Cualquier semejanza con la realidad puede que no sea mera coincidencia

Ahora en Medium

  • norte - Mi corazón idiota, como dice la canción, pero ya no brilla. Recorro tus calles, en silencio, algo falta. Alguien falta. Fantasmas que me visitan en sueños...

martes, julio 2

Insanidad: Un café, por favor.

      Estabas sentado mirando la ventana, una vez más en esa cafetería que tantos momentos te había dado. No era el mejor lugar de la ciudad, ni el peor, pero para tí era especial. En esa mesa, bajo esas polvorientas lamparillas y mirando siempre en la misma dirección habías tenido tus mejores ideas, también habías ahogado tus penas. Ese lugar era un testigo mudo de tus victorias y tus derrotas, era para tí un lugar de encuentro contigo mismo.  
      La mesera recién había pedido tu orden, te caía bien a pesar de lo mucho que se parecía a esa persona que te había roto el corazón hace poco tiempo. Viajabas en tus pensamientos, tal vez pensando como hacer para invitarla a salir o como hacer para entablar un diálogo que sea algo más que: "Café cortado, por favor". Por momentos hasta te imaginabas como sería abrazarla, tomar su mano, incluso besarla. Te gustaba divagar en tu propia mente, creando historias y mundos fantásticos y por eso pasabas por un bicho antisocial a veces, pero en el fondo tu mayor miedo era la soledad. En medio de tantas nubes y paisajes mentales te ves interrumpido por una voz conocida, esa voz áspera provocada por la edad, el alcohol y algún cigarrillo ocasional, esa voz que tantas veces habías escuchado estando sentado ahí mismo, en ese exacto lugar.
-Perdón por llegar tarde-interrumpió. Era el viejo, un tipo de unos sesenta años, alto y delgado. Vestía siempre jeans azules y una remera negra, y sus lentes oscuros que no se los sacaba nunca.
-No pasa nada, ya le pedí un par de cafés a Mary.
-Me parece bien -dijo, y agregó: ¿Cuándo la vas a invitar a salir pibe?
-Un día de estos.
-Un día de estos vas a tener mi edad, y vas a arrepentirte más de las cosas que no hiciste que de las cosas que si te animaste a hacer. La vida es corta, te lo dije mil veces. Te dejás ganar por el miedo y eso te va a costar caro.
      Mary volvía con lo que habías pedido, era hermosa. Tenía el cabello negro, como el carbón y largo hasta un poco más abajo que sus hombros. Su piel era blanca y a la vista parecía ser muy suave. Tendría alrededor de veinticinco años, o menos; su seriedad la hacía parecer mayor. Sus ojos eran grandes y color café, denotaban cierto cansancio, posiblemente por el trabajo, o porque también estudiaba, no lo sabías. Era de estatura media, calculabas que te llegaría por los hombros, y delgada pero con un cuerpo bien formado. Ese día estaba usando el cabello suelto con un flequillo hacia un costado. Bajo su delantal tenía una polera blanca y vestía unos pantalones negros bastante discretos. Sin embargo lo que más te llamaba la atención era su sonrisa, poca veces lo hacía pero cuando sonreía todo parecía estar en orden. Era como si el mundo se detuviera para poder apreciar ese magnífico momento, para admirar esa fracción de segundo y disfrutar su tan pocas veces visto regalo. Fue en ese exacto momento, mientras te servía el café que pudiste verla sonreír una vez más y eso te dejó maravillado. Pero una vez más no pudiste decir ni una sola palabra.
-Ahí tenés otra vez -murmuró el viejo.
-¿Qué pasa ahora? -dijiste mientras Mary se alejaba tarareando una canción de Los Beatles.
-El miedo Bruce, eso sucede. Escuchame. ¿Cuánto hace que te veo poner la misma cara de bobo cada vez que ella se acerca? ¿Seis meses? ¿Siete? -exclamó el viejo mientras le agregaba azúcar al café.
-Casi siete meses. Desde que comenzó a trabajar acá en diciembre del año pasado -dijiste mientras la mirabas a lo lejos lavando unas tazas mientras seguía tarareando pero esta vez era una canción de Los Carpenters. Su voz llenaba de magia el lugar.
-Los detalles no importan. De lo que quiero hablar hoy es del miedo. De tu miedo a vivir, miedo a salir de ese cascarón en el que te encerrás. Me parece magnífico que tengas una mente así, que estés lleno de ideas siempre y que tu imaginación sea poderosa pero es tiempo se sacar todo eso. No podés usarlo como escudo para escapar de la realidad. 
-Si, lo se. Es que hace tiempo que vengo tratando de cambiar.
-Entiendo, es un proceso largo. Te vengo observando hace tiempo y me parece que ya estás preparado para ese puntapié, para ese cambio que tanto anhelas. Date cuenta de todo lo que recorriste. Pensá en todos los problemas que resolviste y como pudiste remarla hasta acá estando solo, no todo está perdido.  ¿Te acordás de como te sentías un niño hace tan pocos meses? Razoná y tratá de darte cuenta de lo que sos ahora, de como cambió todo, cambió tu mundo y también las reglas de este juego. No pongas más excusas y enfrentate a la realidad que te rodea. Siempre te preocupaste porque todo tuviese un orden, una estructura, un sentido y un porqué. Yo digo que ya es hora de que dejes de cuestionarte tanto y empieces a actuar. Y no hablo solo de hablarle a esa chica linda, hablo de todo -te dijo mientras te miraba fijamente a través de sus gafas oscuras. Te hablaba de manera pausada y serena, no te estaba criticando, no demostraba enojo en absoluto pero se veía un poco preocupado. 
      El viejo siempre había sido una especie de sabio para ti, un consejero. Sus experiencias vividas le servían para poder guiarte siempre que pudiera y gracias a él habías podido salir de uno de tus peores momentos. Todo comenzó cierto día, hace unos meses, cuando estabas mirando por esa misma ventana, con la diferencia de que tanto afuera como en tu interior llovía sin parar. Fuiste interrumpido por su voz cuando te dijo: "Cambiá esa cara pibe, que la vida es corta y aún tenés mucho camino que recorrer." Desde ese día el café a las once en punto se volvió algo casi rutinario. Siempre con una charla filosófica de por medio y eso te había ayudado a trazar un camino de salida de ese laberinto en el que te encontrabas. Le debías tu vida prácticamente.
-Tenés razón, estoy listo.
-Me parece perfecto. ¿Qué tenés en mente?
-Mañana te lo digo. Ahora me tengo que ir. Un gusto viejo, que pases bien -decís. Mientras eso a tu alrededor todo comienza a temblar. Es como si fuese un terremoto, pero sabés que no es eso. Mirás hasta donde está Mary y ves como comienza a desvanecerse mientras te observa regalándote una sonrisa, posiblemente sea la última. El viejo también empieza a desaparecer, sabés que lo vas a volver a ver pero no será en ese café, ya no necesitás ir ahí. Sentís tu cuerpo cada vez más pesado. Todo se vuelve oscuro por un momento y a lo lejos escuchás la voz de tu hermano James mientras grita.
-Bruce teléfono, es Romina, tu amiga de la facultad. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Disponible en Amazon